Tengo un jamón buenísimo…

Todos tenemos algún conocido que no para de exaltar las bondades de los productos que tiene en su casa: “ese jamoncito espectacular que me han traído de no sé dónde, un quesazo curadísimo de tal sitio,  un vino buenísimo de esta DO, etc.” Normalmente la frase suele ir rematada por un “a ver si te traigo un día para que lo pruebes…” Por supuesto nunca llega tal día. Personalmente el hecho me irrita bastante; con la comida/bebida no se juega.

Durante nuestra formación hemos tenido la oportunidad de visitar diferentes empresas relacionadas con la industria alimentaria, fundamentalmente bodegas. Algunas de ellas nos han recordado profundamente a esos conocidos que prometen pero no dan. Me parece maravilloso que nos cuenten las bondades de la empresa y del producto, los tropecientos años de tradición, como se hizo la bodega, incluso puedo entender que nos mientan y cuenten películas edulcoradas (un ejemplo: una persona de la bodega nos diga de que solo se trabaja con viñedo propio o a lo sumo vinculado, eso sí, hipersupercontrolado y a los dos minutos otra más sincera nos habla de los vinos que se compran a granel) pero no logro entender que a veces no se ofrezca a probar el producto o como mucho se nos despache con el vino batallero de la casa. No se me ocurre mejor forma hacer daño a su producto o empresa.

Pago de los Capellanes

Hay dos frases que me han exasperado sobremanera durante las visitas: “a ver si venís otro día y probáis unos vinos” o esta otra “a ver si venís otro día y podéis ver tal zona reservada”. Sin comentarios.

Por supuesto no somos importadores, ni escribimos en Wine Spectator,  somos unos humildes estudiantes que estamos aquí porque nos apasiona el vino y nos encantaría poder trabajar en el mundo enológico así que, ¿sería mucho pedir comprobar por nosotros mismos en las visitas como de bueno es su producto? ¿Tanto esfuerzo económico supone un par de botellas a empresas que facturan millones de euros?

Además, siendo realistas, tampoco conviene infravalorar la influencia de ninguna de sus visitas y menos si se trata de personas con cierta formación técnica como es nuestro caso. En cierta manera somos prescriptores, ya que no es raro que nuestros conocidos recurran a nosotros buscando consejo a la hora de elegir un vino. Por otra parte, hoy día, gracias a Internet, hasta la persona más insignificante puede hacer mucho daño aireando vergüenzas, y nosotros hemos visto alguna, pero como somos gente correcta, nos las callamos por respeto profesional.

No quiero cerrar el artículo en tono crítico, por eso voy a aprovechar este espacio para agradecer enormemente a aquellas empresas que nos han abierto sus puertas, nos han tratado de lujo y nos han ofrecido lo mejor que tenían. Eso es marketing con mayúsculas:

Bodegas Urbina

Viñedos del Ternero

Bodegas y Viñedos Quaderna Vía

Bodega Inurrieta

Viña Valdorba

Mahou-San Miguel (Planta de Burgos)

 Ines Vizcarra

Mención especial merecen ciertas bodegas visitadas recientemente en la Ribera del Duero. No hay palabras para describir la atención recibida, sus ganas de transmitir su saber hacer, la pasión por lo que hacen y su generosidad a la hora de darnos la oportunidad de probar vinos impresionantes cuyo precio hace que, como pobres que estudiantes somos, nos resulten inalcanzables:

Bodegas Vizcarra

Condado de Haza

Pago de los Capellanes

Mil gracias a todos ellos por tratarnos como los profesionales que no somos, pero que nos gustaría llegar a ser.